Los maestros de la República en Manresa.
Trayectorias, pedagogías y depuraciones

Tras la derrota de la República, el desastre pedagógico

Los acontecimientos de la guerra civil y el proceso de depuración que sufrieron los maestros públicos de Manresa se notaron en los cambios que se produjeron una vez acabada la Guerra Civil.

Además de los maestros que fueron separados del trabajo o trasladados forzosamente fuera de Cataluña como consecuencia del proceso de depuración, hubo maestros que, tras la derrota en la Guerra Civil, huyeron fuera de Cataluña. Algunos, como Pere Menéndez-Arango, Matías Modesto Vicente Jiménez y Rosa Delhom, huyeron temporalmente a Francia, pero acabaron regresando; Josep Maria Casassas Cantó y Serafí Salort Ginestar huyeron a América, el primero a Chile, donde desarrolló una destacada carrera como profesor de antropología en la Universidad, y el segundo a México, y ya se quedaron allí hasta la muerte; Aniceto León huyó a la República Dominicana, de donde regresó en 1947. Hay otros maestros destacados, como Jaume Roigé y Josep Maria Gabriel, que ya ni se presentaron a la depuración y de los cuales se pierde la pista; podría ser que hubieran huido también fuera de las fronteras españolas. Por otra parte, hay maestros que optaron por el exilio interior, dentro de las fronteras españolas, trasladándose a Madrid o Barcelona para pasar desapercibidos en la gran ciudad y empezar una nueva vida lejos de Manresa, donde eran demasiado conocidos o destacados como republicanos.

Todo este desbarajuste hizo que, en el año 1944, sólo continuaran trabajando en los centros públicos de Manresa la mitad de los maestros que había establecidos en el año 1938, mientras que la otra mitad del profesorado había cambiado. Los directores de los principales centros de enseñanza pública de la ciudad (el Grup Escolar Renaixença entonces llamado Grupo Escolar Generalísimo Franco, el Grupo Escolar Padre Algué y el Grupo Escolar San Ignacio) eran cinco maestros que ya trabajaban en 1936, y que habían superado el proceso depuración sin problemas y con todos los informes favorables. Incluso dos de ellos, Ricardo Molner, del Renaixença, y Felisa Rufas, del Padre Algué, ya habían sido directores en tiempos de la República. Los otros tres directores, Aparici Jané, Aurelio Górriz y Teresa Sansa, eran maestros que se habían significado, e incluso sufrido persecución, por sus ideas derechistas durante el período de la Guerra Civil.

La guerra civil y la represión posterior 
provocaron el cambio de la mitad del profesorado 
público de las escuelas manresanas.

Tras la Guerra Civil, tampoco se produjo una avalancha de maestros nacionales venidos de fuera de Cataluña para castellanizar la población, tal como a veces se ha afirmado. De los dieciséis maestros nacionales nuevos en Manresa, once eran inequívocamente catalanes por los apellidos que tenían y sólo cinco eran nacidos fuera de Cataluña. La castellanización de la enseñanza y el retorno a la enseñanza más tradicional y españolista (en el peor sentido que puedan tener estas palabras) la dirigieron, en la mayoría de los casos, maestros catalanes que habían superado positivamente el proceso de depuración y que por convencimiento, por necesidad, por conveniencia o por miedo se adhirieron, o se doblegaron, a las directrices educativas que imponían las autoridades franquistas con la idea de construir la nueva “España nacional” y españolizar Cataluña.

Aparte de sufrir la represión el cuerpo de maestros, cabe mencionar que el alumnado de secundaria también se vio afectado. Todos los alumnos que habían seguido cursos durante la Guerra Civil en el Instituto o en la Cova de Sant Ignasi se vieron obligados a convalidar sus estudios, que se consideraron anulados, mediante unos exámenes de reválida que se alargaron hasta finales de julio de 1939.

Con el hundimiento de la República, se abría un largo período de casi 30 años en que la enseñanza pública, huérfana de su sector de maestros más activo, renovador y catalanista, tendría sobre sí la pesada losa del franquismo y se limitaría, salvo escasísimas excepciones, a practicar una enseñanza tradicional y memorística en aulas presididas por el crucifijo y por los retratos de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera.