El primer franquismo en Manresa en un clic (1939-1959)

La moralidad

Texto introductorio

El franquismo fue una época de muchas represiones en todos los sentidos y también impuso, con el apoyo activo de la Iglesia, una moralidad oficial que afectaba y condicionaba la vida cotidiana de las personas.
 

Un tipo de moralidad que también restringía las iniciativas y libertades individuales en una serie de aspectos que hoy en día consideramos muy normales. Por ejemplo, ya en febrero de 1939 el alcalde Prunés recordaba a la población la prohibición, con motivo del carnaval, de disfrazarse o hacer cualquier tipo de parodia a expensas de las autoridades civiles, militares o eclesiásticas.
 

Igualmente, no estaba permitido que chicos y chicas se pudieran bañar juntos en la piscina municipal, después de que el obispo de Vic prohibiera, con una evidente intransigencia y confusión interesada de conceptos, "la asistencia y participación a todos los baños públicos bisexuales".
 

Hay que recordar que publicaciones y películas tenían que pasar una doble censura: la oficial y la eclesiástica, para que la moralidad quedara bien resguardada. En este sentido, no se puede olvidar que las mujeres eran a menudo las principales víctimas de estas buenas costumbres sociales establecidas, que las arrinconaban al doméstico ámbito del hogar y a un papel simplemente complementario al del hombre. Por ejemplo, en la posguerra, estaba mal visto que las chicas fueran al cine e, incluso, se les inculcaba que la simple contemplación de las carteleras cinematográficas, o pintarse las uñas o llevar determinado tipos de zapatos, ya era pecado.
 

Otra muestra de esta moralidad, a menudo hipócrita, fue el caso de la escultura La ben Plantada, de Josep Clarà, actualmente situada en lo alto del Paseo. La estatua fue comprada en el año 1958. Aun así, no se pudo ubicar en la calle hasta 19 años después, cuando Franco ya había muerto. La moral católica del franquismo no permitió la exhibición de aquella chica desnuda.
 

En efecto, en plena controversia, el dibujante manresano Joan Vilanova, con un fino sentido del humor, había ironizado sobre el tema en unas aleluyas publicadas con motivo de las fiestas de la Llum del año 1959. Esto motivó una carta de protesta por parte del obispo de Vic, Ramon Masnou, quien calificó la estatua de "inmodesta" y se quejaba del poco contenido religioso de los versos. Esta presión del obispo acabó siendo determinante en la decisión final de arrinconar la magnífica escultura durante tantos años.